Antropologia Critica
El sacrificio: Una constante antropológica
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Horst Kurnitzky

El sacrificio: una constante antropológica

 

 

Seminario del Departamento de Antropología Social

de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, UAM-I

Septiembre 2003 Abril 2004

Dr. Horst Kurnitzky 

   

Ya sea en formas prehistóricas de comunidad, en simples estructuras tribales o en las formas de reproducción de las sociedades modernas, el sacrificio siempre se encuentra en el centro del mundo de las ideas y de la praxis social. El sacrificio es el punto de partida de los mitos y los cultos que piden sacrificios como garantías para la cohesión y la reproducción de una comunidad. El sacrificio no desaparece cuando es sustituido por otro, tampoco cuando la variedad de sustitutos finalmente diluye la presencia del sacrificio como tal. Aún en la protesta contra la obligatoriedad del sacrificio, en la rebelión contra las leyes restrictivas, o en la salvaje y anárquica fiesta, el sacrificio permanece como centro de gravitación alrededor del cual giran tanto la comunidad como la sociedad. El sacrificio también se ofrece cuando una sociedad racional, basada en el intercambio, aparentemente se desprende de él, o cuando la productividad, el trabajo creativo y el consumo vinculados al placer parecen liberar a los seres humanos del sacrificio.

 

La fuerza de cohesión que une a la sociedad proviene del culto al sacrificio. A cambio del sacrificio, el culto unifica y simultáneamente provoca la protesta y resistencia de los miembros de una comunidad o sociedad contra las restricciones  que impone. Este conflicto de ambivalencia entre la obligatoriedad del sacrificio y los intentos de anular sus preceptos, que en realidad son prohibiciones, es el motor del proceso civilizatorio. Cualquier intento de liberación del sacrificio supone ser consciente del mismo. Los productos de la naturaleza exterior y de la sociedad, sacrificados en la ceremonia del culto, están en relación directa con los sacrificios que se reclaman de la naturaleza del hombre mismo. Este es un proceso de domesticación al cual ninguna formación comunitaria puede renunciar.

 

 

Los sacrificios materiales, herramientas y accesorios, representan las relaciones del sacrificio y, son, al mismo tiempo, producto y símbolo. Con la domesticación del ser pulsional femenino en madre, la fecundidad de la mujer fue estilizada como el primer modelo económico y proyectada a la reproducción agrícola. También donde se sacrificaron mancebos o primogénitos, el sacrifico se ubicó en el contexto de la reproducción de la comunidad. El sacrificio garantiza, en opinión de los ministros del culto, la propia reproducción física así como la reproducción de los alimentos y otros bienes necesarios para la sobrevivencia.

 

Los primeros sacrificios, que en muchas culturas eran sacrificios humanos, pronto fueron remplazados por sustitutos: puercos, perros, bueyes, carneros y todo aquello que pudo tomar el lugar de los sacrificios anteriores. Toda la fauna y la flora que actualmente sirven como alimento surgieron como sustitutos de sacrificios. Estos también han encarnado relaciones de sacrificio y han pertenecido, como objetos de sacrificio, al núcleo del culto. Aunque sean sustitutos y, aún así todavía sacrificio, siguen representando una liberación parcial del sacrificio. Así como el tabuizado y no permitido deseo pulsional le da alas a la pulsión para diversificarse y dirigirse a otros fines y, con ello, promover el desarrollo de la sexualidad, el erotismo y el amor, el movimiento del sacrificio material, de sustituto en sustituto, promueve el desarrollo de la cultura entera. El proceso civilizatorio se puede entonces describir como el progreso de un sustituto de sacrificio en otro.

 

Si bien en las acostumbradas fiestas tribales o en las ceremonias de una comunidad de culto en la época Antigua - que eran obligatorias para los miembros de la comunidad - los objetos del sacrificio siempre fueron matados ritualmente y consumidos en común, o sea, en una fiesta de comunión; en el proceso de desarrollo de sustituto a sustituto se puede renunciar a sacrificios reales en favor de sus símbolos. En la liturgia cristiana, por ejemplo, hostia y vino encarnan y simbolizan tales formas de sustitución.

 

Todo el complejo del culto del sacrificio -- la necesidad del sacrificio en el teatro, el baile alrededor del sacrificio, el agon como domesticación física y social de los miembros de una comunidad, el sacrificio mismo, el papel de las herramientas para la matanza ritual, el desarrollo del dinero, el mercado y el cambio a un lado o enfrente de los templos donde se celebran los sacrificios -- forma el centro en torno al cual gira el desarrollo de las culturas.

 

En la sociedad actual, lo que parece no tener una reconocible relación con el culto del sacrificio, también es de origen sacro. Proviene de relaciones de sacrificio. Lengua, música, arte y técnica proceden de la praxis del sacrificio; al igual que la medida y el peso con los cuales se determina la ración de la cena de sacrificio que le corresponde a cada quien; al igual que la justicia, como justa retribución, y la división del tiempo en el calendario del sacrificio. Toda racionalización que eleve el sacrificio a un contexto de utilidad o a abstracciones del sacrificio como cambio, medida, tiempo, etcétera, que lo eleve a un rango independiente del sacrificio como hecho natural, solamente reprime de la conciencia el complejo del sacrificio pero no lo suprime en la realidad social.