Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. Departamento de Antropología Social.
Seminario: El sacrificio: una constante antropológica.
Dr.
Horst Kurnitzky
Interpretación:
Arthur Miller: Death of a Salesman.
Por: Darío González G.
11-XII-03
El complejo
de Edipo lo encontramos en casi cualquier historia o narración. La competencia con los miembros de la familia o la sociedad
por sobresalir y obtener el reconocimiento y el placer es constante. El padre es el mayor obstáculo para la obtención de estos
fines, por ello se convierte en un monstruo en similitud a la efigie que asoló a Tebas impregnándola de plagas y calamidades.
El trabajo enajenante es también un impedimento para la obtención de las delicias de la vida, mientras que el robo es el atajo
que permite disfrutarlas sin tener que sacrificar algo. Por ello, trabajo robo y son conceptos antagónicos, el primero es
el camino correcto, el establecido por las normas sociales, mientras que el segundo es el prohibido que remite a la obtención
de la satisfacción de los deseos incestuosos esquivando los impedimentos del padre.
Estados Unidos
es una nación hecha en base a la expansión de pioneros sobre tierras robadas a las tribus nativas. Su cultura se basa en el
constante deseo de fama, dinero y fortuna, en el engaño, en el robo. Los nativos fueron la efigie que fue aniquilada para
acceder al vasto territorio y poseerlo, cómo hijos que eliminan al padre y satisfacen su libido con la madre tierra.
La reminiscencia
de estos acontecimientos los encontraremos en La muerte de un viajante, trama que
se desarrolla en Nueva York, en los años cincuenta del siglo pasado. Los protagonista son los miembros de la familia Loman.
William es el padre de 65 años, su esposa se llama Linda de la misma edad. Tienen
dos hijos, Biff el primogénito, un hombre fracasado con 34 años, y Harold, el exitoso hermano menor con 32. Éste último vive
con los padres, mientras que Biff, el mayor vive y trabaja en una granja del Oeste. La obra empezará cuando Biff regrese a
casa, a reconciliarse con sus padres y empezar una vida nueva.
Estados Unidos
es el país más grande del mundo, el que presenta las mayores oportunidades. Son palabras de William Loman, principal protagonista
de Death of a Salesman.
Su vida fue un constante sacrificio por sacar adelante
a su familia. Durante 36 años se desempeñó cómo agente de ventas de una misma agencia neoyorquina, viajando siempre en automóvil
a Boston, Nueva Jersey o Rode Island. Siempre tuvo en mente a la fama, la fortuna y el poder cómo a las mayores metas a alcanzar
en la vida. Por eso su ideal era su hermano Ben, quien desde joven se había hecho millonario explotando oro en África. Su
padre fue otro gran arquetipo, que cómo buen pionero en busca de tierras llegó hasta Alaska para hacer fortuna.
Linda era
la esposa de William, mujer resignada al sacrificio cotidiano de las labores hogareñas y la cría de los hijos, nunca sospechó
la razón por la qué su marido le prohibía remendar sus medias en casa: no imaginó que ese era el artículo de regalo preferido
de la amante con quien William se distraía durante los periodos fuera del hogar.
A los 65 años
la salud de William Loman menguaba, perdía vigor. Su obsesión por haber educado mal a su hijo Biff destrozó sus nervios, al
grado de llevarlo casi a la locura: constantemente hablaba sólo, en sus alucinaciones charlaba con Biff y le daba consejos
para enderezar su vida. En ese estado fue cuando empezó a coquetear con la idea del suicidio, fue entonces cuando la debilidad
de sus facultades mentales le impidieron seguir conduciendo el automóvil en el que realizaba sus viajes de trabajo. Asimismo,
sus contactos y amistades se fueron poco a poco muriendo o retirando de los negocios. William se estaba quedando solo y cansado:
su rendimiento cómo vendedor se vino abajo, por lo que después de 36 años de servicio le quitaron el salario dejándolo solamente
con las comisiones.
Los Loman
habían repetido su educación con los hijos, a quienes les inculcaron el éxito material cómo principal meta en la vida. Fama,
dinero y poder eran los objetivos que había que alcanzar. Por eso William Loman un día exclamó:
Y, de aquí, el límite es el cielo,
porque lo que importa no es lo que haces, sino a quién conoces y la sonrisa de tu cara. ¡Son las relaciones, Ben, las relaciones!
lo maravilloso de este país es que un hombre puede terminar con millones aquí, sin más ayuda que la de sus simpatía.
Lo importante
no son los medios sino los fines podemos concluir, por eso, para los Loman la escuela no pasaba de ser un trámite dónde se
podían hacer relaciones sociales que en un futuro servirían para obtener un buen empleo, hacer grandes negocios y sobre todo
mucho dinero. Practicar deporte era también una buena forma para conocer personas y volverse popular, sobre todo si se era
los suficientemente bueno cómo para hacerse famoso. Tal fue el caso de Biff, el hijo mayor de los Loman. A su padre no le
importaba que sacara malas notas en matemáticas con tal de que fuera una estrella famosa del fútbol: quarteback del equipo
campeón de Nueva York. William no pensó que las malas notas de su hijo Biff se podían traducir un día en un impedimento para
que éste pudiera ingresar a la Universidad, pero así sucedió.
Un día Biff
supo que había reprobado el high-school y que no podría entrar a la Universidad:
no tendría la oportunidad de ampliar las relaciones que necesitaba para el ascenso social. Por ello, en su desesperación fue
a buscar a su papá William a Boston para que lo ayudara. En esa ocasión, su inoportuna visita sorprendió al padre encerrado
con su amante en su departamento de Boston. Biff se quedó aturdido al conocer la realidad, la imagen ideal que tenía de su
padre se hizo trizas al darse cuenta de que lo había engañado durante tanto tiempo, de que no era el padre honesto y bueno
que el imaginaba. No pudo comprender lo que veía ante sus ojos, y mucho menos podía perdonar que su madre fuera engañada de
esa forma. Por eso no quiso más la ayuda del padre para obtener la aceptación a la Universidad, desde entonces, llevó una
vida errante, jamás tuvo un trabajo estable, lo corrían de todos los empleos por cosas tan nimias cómo silbar en un ascensor.
Sus tropelías lo llevaron a pisar la cárcel, y cuando salió nunca pudo ganar
más de un dollar por hora en ese país de grandes oportunidades
La acción
de la trama arrancó cuando Biff llegó a casa, al reencuentro con sus padres después de varios años de autoexilio, de llevar
una vida sin causa y terminar frustrado trabajando en una granja en el Oeste. Los Loman nunca se dieron por vencidos, y pensaron
que tarde o temprano su hijo se encarrilaría por la senda del éxito en la gran nación. Por ello, cuando su hijo regresó le
insistieron nuevamente que buscara un empleo decente, cómo el de su triunfal hermano Harold, no la basura que era el de la
granja. Así, lo convencieron para que buscara a Oliver, un hombre que había triunfado con una franquicia deportiva, al que
Biff había conocido en su juventud. Una vez conseguido el empleo de $ 15,000.00 dólares mensuales podría montar un negocio
con su hermano. Sin duda era una estupenda idea, es más, ya antes los dos hermanos habían planeado comprar un gran rancho
en el Oeste. Después de todo, los negocios familiares eran la mejor opción, por lo menos eso era lo que sostenía la sabiduría
popular con frases como ésta:
Si alguien roba el dinero del
negocio, de todas formas se quedará en la familia.
Biff tenía
pocos recuerdos de Oliver, entre ellos que alguna vez le había robado unas pelotas de tenis y nunca se había dado cuenta,
nunca se lo había reprochado. Por ello no era un impedimento para irlo a buscar y pedirle empleo. Mientras él hacía esto su
animado padre iría a pedir un cambio de puesto para no tener ya que viajar. De ese modo, al terminar el día se reunirían con
Harold, el otro hermano, a celebrar en un restaurante.
Así es que
al otro día Biff estuvo temprano en la oficina de Oliver, pero éste no lo reconoció ni recibió. Después de seis horas de espera,
el impaciente Biff atajó a Oliver que cruzaba por la recepción, y lo enfrentó, le dijo que era un antiguo conocido que estaba
en busca de trabajo, que quería emplearse con él. Oliver quedó impasible, no respondió y continuó su camino. Fuera de sí,
Biff se acercó al escritorio, tomó el bolígrafo de Oliver y salió huyendo: bajando a toda velocidad los once pisos por las
escaleras.
William no
tuvo mejor suerte, encontró a su jefe Howard en su oficina jugando con un invento nuevo, una grabadora en la que escuchaba
las voces de sus hijos. Después de conversar un poco Howard se dio cuentas de que William debía estar en Boston:
¿Qué haces en Nueva York? Hoy deberías estar en Boston le dijo.
Fue entonces
cuando William comenzó con la explicación de las razones de su visita, y de paso le recordó que el nombre de Howard se lo
debía a él, ya que se lo había sugerido a su padre antes de su nacimiento; aludió a su antigüedad de 36 años en la empresa
y a su buen historial cómo vendedor eficiente y responsable. Sin embargo fueron inútiles sus esfuerzos por despertar la compasión
o la lealtad de Howard, quien apresurado sólo tenía tiempo para entretenerse con su nueva grabadora y hacer negocios. Lo que
consiguió fue irritarlo, de tal suerte que en lugar de cambiarlo de departamento terminó despidiéndolo, ya ni tan siquiera
tendría oportunidad de ganar comisiones, estaba acabado.
Al encontrarse
en el restaurante estallaron los problemas. William insistió a Biff sobre los resultados de su entrevista con Oliver y su
nuevo empleo. Biff, en un principio esquivo terminó por explotar y decir toda la verdad: Oliver lo había rechazado, ni tan
siquiera lo había reconocido. En medio de la discusión Harold arregló una cita con las modelos de la mesa de enfrente, y arrastró
a su hermano para ir tras ellas dejando a su padre plantado antes de probar bocado.
El plantón
en el restaurante fue un golpe fatal para William, quien regresó a casa decaído por el desprecio de sus hijos. Cómo consuelo
en el camino de vuelta compró unas semillas para sembrar verduras en el sombrío jardín de su casa tal y cómo se lo había declarado
al mesero antes de salir:
¡Oh, voy a darme prisa! Quiero
comprar unas semillas. Tengo que conseguir unas semillas sin pérdida de tiempo. No tengo nada plantado. No tengo ni una sola
cosa en la tierra.
Llegó a su
casa frustrado, decepcionado por el rechazo de sus dos hijos. Su esposa Linda lo recibió atónita por la crueldad de que había
sido víctima. William trató de fingir y huyó al jardín para sembrar las semillas que había comprado en el camino. Ahí, en
la oscuridad mientras sembraba lo volvió a llamar su hermano Ben desde ultratumba. Fue entonces cuando resintió la frustración
por sentirse incapaz de retener el amor de su esposa Linda en la competencia con sus hijos. También lo asaltó el temor de
que su hijo Biff revelara el secreto de su amorío. Así empezó a perder la cabeza y a pensar que los $ 20,000.00 dólares que
pagaría el seguro por su muerte valían más que su propia vida.
Mientras esto
sucedía regresaron Harold y Biff de su encuentro con las mujeres del restaurante. La madre que los esperaba los increpó violentamente,
exasperada les reprendió por haber plantado a su padre. Pero ellos todavía tuvieron el cinismo de regalarle unas flores que
traían de la calle. La madre arrojó las flores al piso y completamente colérica y desesperada los corrió de su casa. Ellos
no obedecieron y fueron a buscar a William. Lo encontraron haciendo la siembra en el jardín, y lo increparon. Se entabló un
enfrentamiento en el que Biff desesperado prorrumpió: ¡Nunca se ha dicho la verdad en esta casa!. Los ánimos subieron de color
y Biff nuevamente exclamó:
Hoy, bajé corriendo once pisos
con una pluma en la mano. Y, de pronto, me detuve ¿me oyes?. Me detuve allí y viel cielo. Vi las cosas que me gustan en este
mundo. El trabajo, la comida, sentarme y fumar un cigarroMiré la pluma y de dije: ¿para qué diablos me he apoderado de esto?
¿Por qué estoy empeñado en ser lo que no quiero ser?
Con estas
palabras Biff demostró que había recapacitado y que tenía razón, su vida no había sido errante, él la había escogido así,
lejos de las autoritarias oficinas en las que siempre estuvo preso su padre.
La discusión
continuó hasta que pacíficamente se despidieron el uno al otro, la familia fue a dormir a excepción de William, que dijo que
iría al jardín a continuar con la siembra. Pero en lugar de hacer eso tomó las llaves del auto y huyó a toda velocidad al
encuentro de su hermano Ben, quien lo esperaba en ultratumba.
Interpretación
La obra es
una constante lucha entre los hijos y el padre por ganar el amor materno personificado Linda, la madre y esposa. La situación
se extremó cuando Biff descubrió que su padre tenía una amante, fue entonces cuando comenzó el principio del fin en su carrera
hacia el éxito. Al no perdonar el engaño a su madre, trató por todos los medios de vengarse de su padre haciendo todo lo contrario
a lo que éste deseaba para él. Lo repudió y se esforzó por ser totalmente diferente al obediente empleado de una empresa,
le declaró la guerra al trabajo enajenante que embota a las personas y las induce a buscar placeres como sustitutos de las
frustraciones a la vida sumisa bajo las órdenes de un jefe.
¿ Fue el engaño
paterno el que detonó el complejo de Edipo de Biff? ¿Es qué Biff realmente identificó al trabajo enajenante y a su padre con
los monstruos malignos a los que hay que eliminar? ¿Biff sintió que tenía la responsabilidad de un héroe que tenía que vengar
la infidelidad del padre? ¿Es que su proyecto para fracasar en el mundo establecido era un medio para hacer enojar a su padre
y poco a poco corroerlo hasta acabarlo? ¿Por qué le contó a su padre el incidente en la oficina de Oliver, siendo que ésta era la última carta para obtener un buen empleo? ¿Para hacerlo enojar más y hacer
que perdiera la cabeza en sus alucinaciones? ¿Era ese el medio para eliminar al padre y así librar el camino hacia la posesión
de su madre?
Tal parece
que sí, ya que William nunca pudo superar el sentido de culpa por el fracaso de su hijo Biff; transformó la culpa en agresión
por lo que nunca dejó de reprocharle la incapacidad para encarrilarse en un buen empleo, y seguir su ejemplo por el sendero
de la vida hacia la fama, la fortuna y el éxito. La agresión de William hacia Biff llegó a ser tan grande que parece haber
sido la responsable de que el primero se agotara, enloqueciera, empezara a tener alucinaciones y hasta a pensar en el suicidio.
¿A qué regresó
realmente Biff a casa de sus padres? ¿A contarle a su madre la calaña de tipo
que era su marido William Loman, quien por años la había engañado con su amante de Boston? ¿A hacerle la vida pesada a su
padre para quitarlo de en medio en su búsqueda por la madre? Tal parece ser, pues cuando sus planes por obtener empleo fracasaron
no lo ocultó, lo hizo patente, para enfurecer más a William y alterar nuevamente sus nervios. Por eso aquel día, junto con
su hermano Harold lo dejó plantado en el restaurante antes de probar bocado; bastó cómo pretexto seguir a la bella modelo
que encontró en el restaurante: un sustituto de su ansiada madre.
¿Fue esa continua
carrera en busca de la madre la que hizo de Biff un cleptómano? ¿Fue ese deseo de satisfacción inmediata que da el robo, el
que funcionaba en Biff, cómo sustituto a sus deseos incestuosos? ¿Por eso le robó a Oliver sus pelotas de tenis, y en la última
entrevista su bolígrafo? ¿Por qué huyó bajando velozmente por once pisos de la escalera, para llegar al final y no saber porqué
ni para qué había robado un bolígrafo que no le servía? ¿Eran las pelotas y el bolígrafo sustitutos de los genitales masculinos
del hombre triunfal que era Oliver, necesarios para conquistar el éxito en el país de las grandes oportunidades? ¿Es por eso
que Biff recordó el incidente de la escalera y después preguntó ¿Por qué estoy empeñado en ser lo que no quiero ser?.
Al rechazar
al infiel de su padre, Biff también había renunciado a la vida del pionero estadounidense, que sustituye al rifle y la bolsa
de maíz por bolígrafos y pelotas de tenis. Sin embargo eso no era suficiente, necesitaba aniquilar al monstruo del trabajo
enajenado encarnado en su infiel padre que le impedía la consecución de los placeres mundanos: desde silbar en los ascensores
hasta poseer a su madre.
De ese modo,
al vengar a su madre Biff pensaba poseerla y satisfacer su deseo edípico primario
¿No era el deseo incestuoso a su madre, el que ocasionó que se traicionara a sí mismo y robara las pelotas y el bolígrafo
del exitoso pionero, mismos objetos que había rechazado alguna vez? ¿Por qué le animó tanto la idea de montar un negocio familiar?
Si según la sabiduría popular lo robado queda en familia, no es que la satisfacción de los deseos incestuosos también lo hacen?
¿Sería por ello que ambos hermanos habían coqueteado con la idea de poseer un rancho en el Oeste? Esta sería una gran porción
de tierra para ambos, un sustituto de su madre pronta a ser sometida a la satisfacción libidinal cuando alguno de los hijos
decidiera robarle al otro. Es por ello que su huída con el bolígrafo fue precisamente por una interminable escalera: en la
oscuridad y longitud de su recorrido encontró un sustito más a los deseos contenidos que portaba en el bolígrafo.
El William
Loman no pudo soportar la embestida de sus dos hijos. En su desesperación, antes de perder el aprecio de su esposa, sembró
aquellas semillas. Con ese acto intentó sustituir sus deseos incestuosos imposibles de cumplir al no poder conservar el cariño
de su madre personificada en su esposa en la competencia con los hijos. Por eso es que había exclamado: No tengo cosa alguna
en la tierra. De ese modo, su huída fue un sustituto más de esos deseos, por ello su pretensión por regresar junto a su exitoso
hermano Ben, ¿Dónde se podría reunir con él sino en aquel lugar oscuro en el vientre materno de ultratumba?
Este conflicto
entre padres e hijos es una clara muestra de la función que ejerce la familia para reproducir las estructuras autoritarias
de la cultura burguesa. Biff, el hijo renegado, regresó con sus padres al no soportar la soledad de la granja producto de
la exclusión social por no pertenecer a un núcleo familiar. Este núcleo era esencial para lograr la integración social materializada
en un buen empleo. Por ello es que aceptó sacrificar su relativa libertad a la obediencia de las normas del grupo familiar
ejercidas por el padre.
Sin embargo,
la autoridad paterna frente a Biff se había debilitado desde que éste descubrió la violación de William al matrimonio monogámico,
con el que puso en peligro la constitución del núcleo familiar. Esta situación se agravó cuando William perdió su empleo y
con ello su función de proveedor de los satisfactores económicos del grupo. De ese modo, la autoridad paterna de la familia
burguesa se revirtió contra el mismo William cuando sus hijos lo agredieron por haber violado la misma ley que el debía de
representar, y por no poder sostenerse cómo responsable para cubrir las necesidades materiales de la familia. Así, los hijos
sustituyeron al padre cómo autoridades encargadas de hacer funcionar al núcleo familiar cómo célula germinativa de la cultura
burguesa. Para cumplir su función cómo técnica de gobierno la familia tuvo que poner en su lugar al padre fracasado. Por ello es que William Loman fue víctima de la estructura familiar
que él mismo había perpetrado, que lo obligó a interiorizar su fracaso por medio
del sentido de culpa, que le impidió buscar y esclarecer las causas del mismo en las condiciones económicas y sociales de
su tiempo y espacio; la culpa se sumó a sus frustrados deseos edípicos, por ello decidió sacrificarse a sí mismo, no sólo para reunirse con Ben
en el vientre materno, también para expiar su culpabilidad por no poder cumplir más la función de jefe de la familia burguesa.
La intención de los hijos de sustituirlo en ese papel difícilmente podrán perpetuar a esa célula germinativa en decadencia.